¿Hacia dónde van los movimientos por la justicia ambiental?
Cada vez el movimiento se fortalece por jóvenes y eso hace que se revitalice y que también abra nuevas puertas hacia una renovada urgencia ambiental.
Este movimiento puede afrontar ciertos riesgos como su encierro en una dimensión cultural-expresiva o la parálisis colapsista pero su persistencia resulta clave en el contexto del fracaso sucesivo de las cumbres climáticas globales.
El escenario actual presenta una profunda división. Por un lado, se observa la convergencia entre un proceso de derechización política, una preocupante ceguera ambiental y un peligroso deslizamiento ideológico de amplios sectores subalternos, seducidos por el discurso neofascista, que denuncian los resultados excluyentes de la globalización neoliberal. Por otro lado, el deterioro ambiental y el incremento exponencial de las catástrofes climáticas tienen su correlato en el aumento de las acciones de protesta y en la emergencia de nuevas organizaciones y colectivos, no pocos de ellos coordinados a escala global, que denuncian la guerra contra la naturaleza y exigen a las potencias mundiales y los decidores políticos cambios drásticos en la política climática.
Las raíces de los movimientos
Durante mucho tiempo, en Occidente, la historia de las luchas y de las formas de resistencia colectiva estuvo asociada a las estructuras organizativas de la clase obrera, considerada como el actor privilegiado del cambio histórico. La acción organizada de esta clase era conceptualizada en términos de movimiento social, en la medida en que esta aparecía como el actor central y, potencialmente, como la expresión privilegiada de una nueva alternativa societal, diferente del modelo capitalista vigente. Sin embargo, a partir de 1960, la multiplicación de las esferas de conflicto, los cambios en las clases populares y la consiguiente pérdida de centralidad del conflicto industrial pusieron de manifiesto la necesidad de ampliar las definiciones y las categorías analíticas. Para dar cuenta de ello, se instituyó la categoría de nuevos movimientos sociales, a fin de caracterizar la acción de los diferentes movimientos que expresaban una nueva politización de la sociedad, mediante la puesta en público de temáticas y conflictos que tradicionalmente se habían considerado propios del ámbito privado o que aparecían naturalizados, asociados al desarrollo industrial.
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